Si la Tierra hubo
recibido en efecto la visita de astronautas extraterrestres
hace milenios, el relato pormenorizado del profeta
Ezequiel - en el Antiguo Testamento – bien podría ser
una de las pruebas testimoniales más reveladoras de las que
se conocen. Leemos:
Ezequiel 1:
1.
En el
año trigésimo, en el mes cuarto, a cinco del mes, sucedió
que estando yo en medio de los cautivos junto al río Kebar,
se abrieron los cielos, y tuve visiones divinas.
4. Y miré, y
he aquí que venía del norte un torbellino de viento, y
una gran
nube,
y una masa de fuego, y un resplandor alrededor de ella; y en
su
centro, esto es, en medio del fuego, una
imagen como de bronce.
5.
Y en
medio de aquel fuego se veía una semejanza de cuatro
seres vivientes: la apariencia de los cuales era la
siguiente: había en ellos algo que se parecía al hombre.
6.
Cada
uno tenía cuatro caras, y cuatro alas.
7.
Sus
pies eran derechos, y la planta de sus pies, como
la planta del pie de un becerro, y resplandecían como
bronce bruñido.
8.
Debajo
de sus alas tenían manos de hombre; y tenían caras y alas
por los cuatro lados.
9.
Y
juntábanse las alas del uno con las del otro. No se volvían
cuando andaban, sino que cada uno caminaba según la
dirección de su rostro.
10.
Por lo
que hace a su rostro, los cuatro lo tenían de hombre, y los
cuatro tenían cara de león a su lado derecho; al lado
izquierdo tenían los cuatro cara de buey; y en la parte de
arriba tenían los cuatro cara de águila.
11.
Sus
alas extendíanse hacia lo alto; tocábanse dos alas de cada
uno con las del otro, y con otras dos cubrían sus cuerpos.
12.
Y
andaba cada uno de ellos según la dirección de su rostro; a
donde los llevaba el ímpetu del espíritu, allá iban; ni se
volvían para caminar.
13.
Y entre
estos seres vivientes había como ascuas de ardiente fuego
y como hachas encendidas que se movían de acá para allá
entre ellos.
14.
Y entre
estas criaturas vivientes resplandecía el fuego, del
que salían relámpagos. Y los seres vivientes iban y
venían como el rayo.
15.
Y
mientras estaba yo mirando los seres vivientes, apareció
una rueda sobre la tierra, junto a ellos, junto a los
cuatro.
16.
Y
las ruedas y la materia de ellas era a la vista como
crisólito, y las cuatro eran semejantes, y su forma y
estructura eran como de una rueda que está dentro de otra
rueda.
17.
Caminaban constantemente por sus cuatro lados, y no se
volvían cuando andaban.
18.
Asimismo las ruedas tenían tal circunferencia y altura que
causaba espanto el verlas; y toda la circunferencia de todas
cuatro estaba llena de ojos por todas partes.
19.
Y
caminando los seres vivientes, andaban igualmente también
las ruedas junto a ellos; y cuando aquellos seres se
levantaban de la tierra, se levantaban también del mismo
modo las ruedas con ellos.
20.
A
cualquier parte donde iba el espíritu, allá se dirigían
también en pos de él las ruedas; porque había en las
ruedas espíritu de vida.
21.
Cuando
aquellos seres andaban, andaban las ruedas; parábanse, si
ellos se paraban; y levantándose ellos de la tierra, se
levantaban también las ruedas en pos de ellos; porque
había en las ruedas espíritu de vida.
22.
Y
sobre las cabezas de los vivientes había una semejanza de
firmamento que parecía a la vista un cristal estupendo; el
cual estaba extendido arriba por encima de sus cabezas.
23.
Y
debajo del firmamento, las alas de ellos extendidas, tocando
el ala del uno a la del otro, y cada cual cubría su cuerpo
con otras dos.
24.
Y
oía yo el ruido de las alas como ruido de muchas aguas, como
trueno del excelso Dios; así que caminaban, el
ruido era semejante al de un gran gentío, o
como el ruido de un ejército, y así que paraban, plegaban
sus alas.
25.
Porque
salía una voz de sobre el firmamento que estaba encima de
sus cabezas, cuando ellos se paraban y plegaban sus alas.
26.
Y
había sobre el firmamento que estaba encima de sus cabezas
como un trono de piedra de zafiro, y sobre aquella especie
de trono había la figura como de un personaje.
27.
Y yo vi
como una especie de bronce resplandeciente de fuego
dentro de él; y alrededor de su cintura hasta arriba, y
desde la cintura abajo vi como un fuego que resplandecía
alrededor.
28.
Cual
aparece el arco iris cuando se halla en una nube en día
lluvioso, tal era el aspecto del resplandor que se
veía alrededor.
Una
“mirada tecnológica”
Como bien
sabemos, fue Erich von Däniken el primero en proponer - en
su libro Chariots of the Gods? - la idea de echarle
una “mirada tecnológica” al relato del profeta bíblico, y
considerar así la posibilidad de estar ante la descripción
de una nave espacial de algún tipo. Y también sabemos que
fueron muchos conspicuos miembros de la comunidad científica
los que se ocuparon muy pronto de ridiculizar esa idea en un
tono parecido al empleado por la Academia de Ciencias de
Francia cuando, hace unos 200 años, publicó una amonestadora
declaración en la que afirmaba: “En nuestra era
ilustrada, existe todavía gente tan supersticiosa que cree
que las piedras pueden caer del cielo.” Las mismas
“piedras” que hoy conocemos como meteoritos…dicho sea de
paso.
Entre esas voces
críticas se escuchó bien alto y claro la de Donald H. Menzel,
un muy respetado astrónomo de la Universidad de Harvard,
quien dio su propia interpretación de lo acontecido
basándose en un complejo fenómeno meteorológico conocido
como parahelio (formado por la luz solar que se
refracta a través de los cristales de hielo de las nubes),
cosa que a su juicio habría hecho del profeta la perfecta
víctima de una ilusión óptica. Cuestión ésta de la que nos
ocuparemos más adelante.
La
interpretación técnica de un ingeniero de la NASA
Al igual que
varios de sus colegas, también el ingeniero aeronáutico
Joseph Blumrich se había echado a reír cuando escuchó hablar
acerca de la posibilidad de que Ezequiel hubiese descrito
una nave espacial.
Habiendo
participado en la construcción del Saturno V – el cohete que
llevó a los astronautas a la Luna – y dueño de una medalla
al mérito por servicios especiales concedida por la NASA,
Blumrich tenía ganada ya la autoridad suficiente para
analizar el tema a fondo. Y lo primero que se le ocurrió,
claro, fue que nada de lo que von Däniken decía en su libro
resistiría el menor examen. ¡Cómo podría! ¡La sola idea era
absurda!...
Pero finalmente
los indicios sumados, o más bien la estricta objetividad
científica que Blumrich puso de manifiesto para animarse a
interpretarlos de otro modo, operaron un cambio radical en
su opinión inicial, permitiéndole reconocer más temprano que
tarde el prejuicio que había motivado su primera risa. Y fue
así que este experimentado ingeniero de la NASA acabó
encarando una exhaustiva investigación del testimonio de
primera mano que aparece en el milenario texto bíblico, que
volcó luego - con gran cantidad de detalles técnicos y
diagramas incluidos - en su libro The Spaceships of
Ezequiel, donde los supuestos “delirios místicos” de un
hombre cabal y detallista como Ezequiel (así reconocido al
menos por los teólogos) fueron traducidos por fin al
lenguaje tecnológico de nuestros días, dando por resultado
la descripción técnica de una nave espacial con un cuerpo
cónico, un conjunto de cuatro trenes de aterrizaje con
paletas de helicóptero y ruedas y un prolongado etcétera de
mecanismos complicados.
Menzel y
el parahelio
Pero no todo el
mundo puede, como Blumrich hizo, darse cuenta de que entre
los “caballos de hierro” de los indios americanos
(que no eran otra cosa que simples locomotoras) y esa “semejanza
de la gloria de Dios” de la que hablaba el profeta no
hay, en substancia, mucha diferencia…más allá de la avanzada
tecnología entre una y otra, claro está. Y tal vez sea así
porque eso requiere una honestidad y libertad intelectual
poco común. Una auténtica investigación objetiva implica,
entre otras cosas, comprender que, como bien señaló el mismo
Blumrich, “tener una opinión propia es tanto nuestro
derecho como nuestro deber”, y que “cuando (esa
opinión) no concuerda con el resultado de la
investigación, es un deber intelectual rectificarla”.
Claro que esa
misma honestidad intelectual nos obliga de igual manera a
nosotros a tomar en consideración, muy seriamente, otras
opiniones como, por ejemplo, la de
Donald H. Menzel, la cual es de punta a punta decididamente
contraria a una manifestación de tecnología extraterrestre
en todo cuanto nos describe el profeta Ezequiel. Según este
prestigioso astrónomo sostiene, un
poco de imaginación y un bien alimentado espíritu religioso,
combinado con un parahelio completo, que consiste en
anillos concéntricos que rodean al Sol, los cuales son
atravesados por rayos horizontales y verticales que pueden
incluir arcos de luz invertidos sobre el anillo externo
formando un “arco iris refulgente”, sería más que suficiente
para explicar “naturalmente” lo que vio Ezequiel.
Pero nuestro
entendimiento y aceptación de la irreprochable lógica
científica de ir desde lo sencillo a lo complejo en toda
búsqueda de explicación para un hecho problemático, como es
sin duda el que aquí nos ocupa, no nos impide notar lo
llamativo que resulta saber que, además de no haber tomado
en consideración que el profeta hubo relatado en rigor no
uno sino cuatro encuentros semejantes en el transcurso de
veinte años, la interpretación de lo acontecido en la que Menzel se basa cae en el mismo error conceptual que la
mayoría tiene en mente sobre lo que en realidad avistó
Ezequiel. Y lo que esto implica es muy sencillo: como muchos
otros, Menzel partió para su interpretación del supuesto
hecho de que el profeta vio “halos”, “círculos de luz” o
cosas parecidas a “ruedas” en el cielo, lo
cual es del todo incorrecto si nos atenemos a lo que
dice el texto. De ahí pues que la opinión del parahelio dada
por el astrónomo no es atingente al hecho que pretende
explicar y en consecuencia es no válida.
Ruedas…
“sobre la tierra”
Leamos de nuevo
en Ezequiel 1 lo que pone el profeta:
-
Y mientras estaba yo mirando los
seres vivientes, apareció una rueda sobre la tierra,
junto a ellos, junto a los cuatro.
-
Y las ruedas y la materia de
ellas era a la vista como crisólito, y las cuatro
eran semejantes, y su forma y estructura eran como de
una rueda que está dentro de otra rueda.
-
Caminaban constantemente por
sus cuatro lados, y no se volvían cuando andaban.
-
Asimismo las ruedas tenían tal
circunferencia y altura que causaba espanto el verlas; y
toda la circunferencia de todas cuatro estaba llena
de ojos por todas partes.
-
Y caminando los seres vivientes,
andaban igualmente también las ruedas junto a ellos; y
cuando aquellos seres se levantaban de la tierra, se
levantaban también del mismo modo las ruedas con ellos.
-
A cualquier parte donde iba el
espíritu, allá se dirigían también en pos de él las
ruedas; porque había en las ruedas espíritu de vida.
-
Cuando aquellos seres andaban,
andaban las ruedas; parábanse, si ellos se paraban; y
levantándose ellos de la tierra, se levantaban también
las ruedas en pos de ellos; porque había en las
ruedas espíritu de vida.
Permítaseme aquí
insistir con esto: Ezequiel no vio “anillos
concéntricos”, “halos” ni nada por el estilo en el
cielo, que es donde se produce cualquier parahelio, sino
que, como claramente dice en el texto, mientras él
miraba a los “seres vivientes”…”apareció una rueda
sobre la tierra…” y “cuando aquellos seres
se levantaban de la tierra, se levantaban también
del mismo modo las ruedas con ellos”.
Otros
detalles significativos
Si bien los
primeros estudios sobre este fenómeno atmosférico - el
parahelio, o “falso sol” como también se lo llama - fueron
llevados a cabo por los investigadores alemanes
J. M. Pernter y F. M. Exner a comienzos del siglo XX, el
mismo es desconocido aún hoy por la mayoría de las
personas (de hecho, según el mismo Dr. Donald Menzel pudo
averiguar, sólo uno de cada cinco pilotos comerciales y
militares sabe de qué se trata un parahelio). Y por
supuesto, en un muy alegre dos más dos – según Menzel - ,
eso nada más convertiría a Ezequiel en “presa fácil” de este
magnífico espectáculo del cielo que tiene lugar en las
puestas o salidas del sol invernal, especialmente en los muy
fríos amaneceres; un fenómeno que es por demás habitual en
la Antártida y el Ártico tal y como se ve en esta
ilustrativa foto tomada por meteorólogos que integran la
dotación de la Base Antártica Belgrano II de Argentina:
Sin embargo,
curiosamente, fue el mismo Ezequiel el que primero hizo
referencia a un fenómeno atmosférico para describir lo mejor
que pudo aquello que vio al señalar: “Cual aparece el
arco iris cuando se halla en una nube en día lluvioso, tal
era el aspecto del resplandor que se veía alrededor.” (Ez
1,28) Lo cual bien puede entenderse como un intento racional
(analítico) por parte del profeta que buscaba explicar de
algún modo lo que tenía frente a sus ojos repasando en su
cabeza, de conformidad con su mejor saber y entender, las
muchas manifestaciones de la Naturaleza que se daban en el
cielo. Y aunque, por supuesto, sea lícito suponer que un
parahelio le sería desconocido, no parece admisible
endilgarle ignorancia supina para distinguir lo que está
“arriba” (en el cielo) de lo que está “abajo” (en el suelo)
Y las ruedas, sea dicho una vez más, aparecieron ¡“sobre
la tierra”!
Pero hay además
un detalle para nada menor y que hace sin duda una gran
diferencia: si bien la presencia de cristales de hielo en
las nubes puede dar lugar a la aparición del halo (o halos)
que según Menzel habría visto Ezequiel, es sabido también
que no todas la nubes con cristales de hielo producen
halos. Y la razón es sólo una: más allá del tamaño y
forma de tales cristales de hielo, estos deben tener una
orientación definida y en consecuencia una cierta
transparencia de la nube, para lo cual es indispensable
la ausencia de turbulencia atmosférica.
Leamos ahora de
nuevo a Ezequiel, sólo para refrescarnos la memoria:
“Y miré, y he
aquí que venía del norte un torbellino de viento, y una
gran nube, y una masa de fuego, y un resplandor alrededor de
ella; y en su centro, esto es, en medio del
fuego, una imagen como de bronce.” (Ezequiel 1,4)
Por consiguiente,
la pregunta obligada es sencilla: ¿Acaso esa descripción del
torbellino de viento que venía del norte, o bien la
gran nube fulgente, da la impresión de la
necesaria ausencia de turbulencia atmosférica para la
formación del parahelio en la que se basa la hipótesis
de Donald Menzel?
En realidad lo
que tal relato parece evocar es más bien una especie de
nave, digamos una cápsula espacial o algo parecido,
aproximándose y descendiendo lentamente, envuelta por una
turbulenta nube de vapores y polvo…Nada que sea extraño a
nuestro entendimiento desde el 20 de julio de 1969, cuando
el Hombre llegó a la Luna. (¡El “águila” ha aterrizado!)
Por lo demás, y
siendo como ya se ha dicho que las “ruedas” aparecieron
en el suelo y no el cielo, no debemos pasar por alto,
tampoco, que Ezequiel da cuenta, también, de significativos
sonidos, voces, y presencias y contactos físico de y con
diversos personajes…
He aquí algunos
pasajes elegidos al azar:
·“Y
oía yo el ruido de las alas como ruido de muchas aguas, como
trueno del excelso Dios; así que caminaban, el
ruido era semejante al de un gran gentío, o
como el ruido de un ejército, y así que paraban,
plegaban sus alas.” – Ez 1, 24.
·“Y
había sobre el firmamento que estaba encima de sus cabezas
como un trono de piedra de zafiro, y sobre aquella especie
de trono había la figura como de un personaje.”
- Ez 1,26.
“Esta
visión era una semejanza de la gloria de Dios. Cuando la vi,
postréme sobre mi rostro, y oí la voz de uno que me
hablaba, y me dijo…” – Ez 2,1
“Y miré, y he
aquí una mano extendida hacia mí, la cual tenía un libro
arrollado, y lo abrió delante de mí…” – Ez 2, 9
En resumen: se ha
dicho de Ezequiel que fue seguramente el más lógico y
razonador de todos los profetas, sin un corazón emotivo como
el de Jeremías y alejado de un poeta al estilo de Isaías. Y
eso se refleja en la cruda claridad de su obra. Su
testimonio ha requerido no sólo la extraordinaria capacidad
para sobreponerse a la sorpresa de un encuentro impensado -
tan inesperado como inimaginable - sino además un poder
descriptivo inusual como para lograr transmitir la “imagen”
de algo nunca antes visto por él y para lo cual, por
consiguiente, no pudo encontrar mejores palabras en el
vocabulario de su época. En este marco, pensar pues que su
atestación del encuentro con un portento tecnológico de
otro mundo debería ser, para nosotros ahora, tan inequívoco
como el informe de un experimentado ingeniero de la NASA es
un despropósito tan grande como suponer que un hombre
cultivado como él no pudiera hablar de una simple rueda sin
sonar como un loco de atar…poniendo “una rueda dentro de
otra rueda” y agregando que éstas “estaban llenas de
ojos por todas partes”…
“Como una rueda
que está dentro de otra rueda…
llena de ojos por todas
partes.”
Por el contrario, lo más probable es que
precisamente porque Ezequiel conocía a la perfección
lo que era una rueda y cómo funcionaba ésta en la práctica,
le llamó tanto la atención las grandes diferencias
que había visto en las del “carro celestial”. Y para que no
quedaran dudas, él insistió en mencionarlas en varias
ocasiones.
Desde luego, no abusaremos aquí de citas
innecesarias que el lector puede bien consultar en el libro
original del profeta; de modo que lo que sigue es sólo a
guisa de ejemplo:
Ezequiel 1, 16-19:
-
Y las ruedas y la materia de
ellas era a la vista como crisólito, y las cuatro
eran semejantes, y su forma y estructura eran como de
una rueda que está dentro de otra rueda.
-
Caminaban constantemente por
sus cuatro lados, y no se volvían cuando andaban.
-
Asimismo las ruedas tenían tal
circunferencia y altura que causaba espanto el verlas; y
toda la circunferencia de todas cuatro estaba llena
de ojos por todas partes.
-
Y caminando los seres vivientes,
andaban igualmente también las ruedas junto a ellos; y
cuando aquellos seres se levantaban de la tierra, se
levantaban también del mismo modo las ruedas con ellos.
Ezequiel 10,
9-13:
-
Y miré, y vi cuatro ruedas junto a
los querubines, una rueda junto a cada querubín,
y las ruedas parecían como de piedra de crisólito.
-
Y todas cuatro eran al parecer de una
misma forma: como si una rueda estuviese dentro de
otra.
-
Y así que andaban, se movían por
los cuatro lados; ni se volvían a otra parte
mientras andaban, sino que hacia donde se dirigía
aquella que estaba delante, seguían también las demás,
sin mudar de rumbo.
-
Y todo el cuerpo, espaldas, manos,
alas y los cercos de las cuatro ruedas estaban en
todo su rededor llenos de ojos.
En buena medida,
la correcta interpretación del diseño y función de estas
extrañas ruedas no ha sido algo sencillo de entender para la
mayoría de los lectores. Y tampoco para algunos autores, hay
que decirlo. Sin embargo, tan pronto la explicación es
comprendida se tiene una justa idea de un mecanismo que no
es demasiado complicado ni alejado por completo de lo que
nuestra tecnología actual puede concebir, como veremos más
adelante.
Pero, dejemos que
sea ahora el ingeniero Joseph Blumrich (Ezequiel vio una
nave extraterrestre. Editorial ATE, 1979, España) quien
nos hable al respecto:
“Las ruedas
permiten un movimiento rodante en todas direcciones, sin que
por ello necesiten virar. Esta complicada condición será
realizable de la manera más sorprendentemente sencilla.”
“Representémonos la llanta de un neumático de automóvil
(ver abajo figura A sobre esquema de movimiento
multidireccional). Va rodando de la manera conocida, en
dirección de la flecha 1. Pero cuando la giramos sobre sí
misma (como se muestra por la flecha 2), entonces ha de
moverse a lo largo de la flecha 3, en ángulo recto a su
dirección acostumbrada. Mediante una apropiada combinación
en ambas direcciones de rotación, la cámara rodará a lo
largo de cualquier dirección deseada. Con ello está
solucionado en principio el problema. En la figura (B)
se muestra el más sencillo diseño resultante de la
aplicación de este principio. Vemos el “neumático” dividido
en un número de segmentos en forma de toneletes conectados
por radios al cubo de la rueda. Las dos direcciones de
rodaje resultan, por una parte por la rotación de la rueda
en torno a su cubo, y por la otra por la rotación de los
segmentos en torno a sus propios ejes.”
Figura
A
Figura B
¿Pero dónde
encajan en esta descripción los reiteradamente mencionados
“ojos” que según Ezequiel tenían por todas partes las
ruedas? Blumrich también nos lo explica:
“En la figura
(B) se muestran los segmentos en forma de toneletes, como
teniendo una superficie lisa, lo que daría por resultado un
mínimo de fricción entre rueda y suelo. Para aumentar la
fricción, o la resistencia al deslizamiento, la superficie
necesita un perfilado. Sin embargo, la resistencia al
deslizamiento es necesaria en dos direcciones: en el plano
de la rueda y perpendicular al plano. Los perfilados de
superficie, como los empleados en los tractores pesados o en
las auto-orugas no serían servibles, puesto que ellos sólo
transmiten la fuerza propulsora en el plano de la rueda. La
solución más sencilla y efectiva al par, son cortas piezas
troncoides, a manera de las “apisonadoras”, nombre con que
se las conoce desde la construcción de carreteras, y
repartidas sobre la superficie de los segmentos de la
rueda.” (…)
“Las cortas
protuberancias troncoides deben ser algo cónicas, como semi-retirados
ojos de caracol. Para facilitar la penetración en el suelo,
pueden ser huecas, en cuyo caso tendrían oscuras aberturas
en sus extremos libres. Contempladas a cierta distancia,
esas oscuras aberturas podrían ser justificadamente
comparadas a “ojos”.”
Rueda
multidireccional - Patente de invención N° 3.789.947
Vemos pues que la
“rueda multidireccional de Ezequiel” cuenta con una mecánica
básicamente sencilla de entender aun por el profano en
cuestiones técnicas, y que no sólo es realizable sino que ha
resultado lo suficientemente funcional y novedosa como para
que el Registro de Patentes de los Estados Unidos aceptara
definitivamente su invención, otorgándole (en 1974) al
ingeniero J. F. Blumrich su aprobación bajo el número de
registro 3.789.947. Lo que convierte a éste en ¡el primer
invento industrial inspirado en los dichos de un hombre que
vivió hace unos dos mil seiscientos años!
¡Bien por
Ezequiel! ¡Bien por Blumrich!
¿La
“rueda de Ezequiel” en un antiguo dibujo chino?
De
igual manera que a menudo encontramos en los más antiguos
mitos y leyendas de los cinco continentes referencias que
parecen apuntar a la pretérita existencia de portentos
tecnológicos vinculados a la presencia de dioses y/o
seres sobrenaturales, la larga memoria de China recuerda
muy bien a héroes que surcaban las nubes montados en
“dragones celestiales” o en fabulosos “pájaros del
cielo” , o, más precisamente hablando, sobre “carros
voladores” como por ejemplo cuentan los cronistas del
pasado acerca del legendario pueblo Chi-Kung: ”Los Chi-Kung
son un pueblo ingenioso. Saben muchas cosas que les son
desconocidas a otros pueblos. En grandes carros viajan
surcando los aires. Cuando gobernaba el mundo el emperador T
‘ang, un viento del oeste llevó a los carros voladores a
Yuchow, donde aterrizaron. T ‘ang desmontó los carros,
ocultándolos en almacenes, pues el pueblo creía demasiado
fácilmente en cosas sobrenaturales, y el emperador no quiso
inquietar a sus súbditos. Los visitantes se quedaron diez
años, volvieron luego a montar sus carros, los cargaron con
los regalos de honor del emperador, y se fueron volando con
un fuerte viento del este...”
Claro que estos sorprendentes relatos, y
sus reiteradas variantes, se hacen todavía más
significativos a medida que nos retrotraemos hasta los
albores de esta rica civilización y nos enteramos que, de
acuerdo con el manuscrito Tchi , China fue gobernada
durante 18.000 años por una raza de soberanos divinos
que, conocidos como los “Hijos del Cielo” (título que
luego ostentaron los emperadores por considerárseles
descendientes directos de éstos), habrían llegado a la
Tierra para fundar el Imperio. Asimismo, se dice que por
entonces los ascensos y descensos entre el Cielo y la Tierra
eran cosa de todos los días; al punto que, en el Shu-Chian,
o Libro de los Testimonios, se hace mención de que la
tierra parecía abrirse y que todo se desmoronaba
cada vez que el emperador ascendía. Eso duró hasta
que, como se revela en el texto Shoo-King, un rey de
la divina dinastía llamado Chang-Ty “observó que
su gente había perdido los principios de la virtud; por
tanto ordenó (...) cortar toda comunicación entre Cielo y
Tierra. Desde entonces no hubo ascensos ni descensos”.
Lo cual nos hace evocar las disputas entre los Elohim
del Antiguo Testamento y por consiguiente nos lleva a
señalar, en un todo de acuerdo con W. Raymond Drake (Dioses
y Hombres del Espacio, Ediciones Roca, México, 1979),
que evidentemente:”Hay marcados paralelismos entre las
creencias religiosas y mitológicas de los chinos y las
registradas en las escrituras hebreas…” Y ello,
decididamente, llama la atención más allá de la mera
casualidad si tenemos en cuenta que, como bien agrega Drake:
“Los “Depositarios chinos”, un trabajo de inmensa
sabiduría, hace mención de una era de virtud y felicidad: un
jardín con un árbol dador de manzanas de la inmortalidad,
custodiado por una serpiente alada (un dragón). Prosigue: la
caída del hombre, el comienzo del deseo y la guerra… una
gran inundación, dioses-hombres nacidos de vírgenes,
mesianismo, veneración de una virgen-madre, trinidades,
monaquismo…, predicación, oradores, caos primigenio,
paraíso….”
En este contexto pues, no parece
descabellado hacer un juicio comparativo entre los datos
aportados por Ezequiel acerca de la estructura de la rueda
por él vista y una muy antigua ilustración china del 1.700
a.C. que representa el “carro volador” del pueblo Chi-Kung,
antes mencionado.
Vale aclarar que esta hipótesis de
trabajo presentada ahora por mí, es decir, asociar la “rueda
de Ezequiel” con la “rueda del carro celestial de los Chi-Kung”,
se basa en una llamativa coincidencia de aspecto que bien
podría estar relacionada con la función multidireccional del
invento patentado por el ingeniero J. F. Blumrich. Ello
significa que puede ser no concluyente, pero sí válida al
mismo tiempo. Examinemos por lo tanto, en detalle, las
imágenes que siguen:
Imagen A
Imagen B
La figura A muestra el ingenio patentado
por Blumrich, con los segmentos de la rueda en forma de
toneletes (el porqué de tales segmentos fue explicado
arriba). La figura B muestra similares segmentos, además de
ciertas “protuberancias” parecidas a las “cortas piezas troncoides” que Blumrich menciona como
necesarias para
lograr la resistencia al deslizamiento en dos direcciones y
que “podrían ser justificadamente comparadas – por
Ezequiel - a “ojos”.”
¿Casualidad? Quizá… ¿Coincidencia? ¡A la
vista está…!
A veces
caen “piedras del cielo”… y se le meten a uno en el zapato
Desde luego, lo
dicho hasta aquí no es ninguna prueba definitiva de un
paleocontacto con visitantes exóticos. En todo caso, diremos
que lo que se plantea, sí, es una duda muy razonable. Pero
más allá de eso y de las muchas veces infundadas negativas
de los acérrimos críticos de la hipótesis del antiguo
astronauta (que no quieren ver, ni escuchar ni hablar al
respecto… ¡nunca!), nadie intelectualmente honesto puede
soslayar ni por un momento la importancia de estar frente a
un problema de considerable atención como es el de las
“fuentes de inspiración”. Y no estaría de más si alguno
quisiera admitir de paso que ese problema y la hipótesis de
las paleovisitas van a veces de la mano…
Las declaraciones
admonitorias, con apelación a la autoridad, son en ocasiones
(las más de la veces) simples falacias…sino pura cháchara.
De hecho, hemos comprobado con el tiempo que, en efecto, y
contrariamente a lo que decían hace 200 años los eruditos de
la Academia de Ciencias de Francia, sí “caen piedras del
cielo”. Pero es lamentable que hoy en día otros eruditos
sigan caminando en fila india dentro del claustro académico,
intentando disimular sus tropiezos al andar, cuando estas
otras “piedras que supuestamente no existen” se les meten
encima en el zapato… ¡ay!
EL
AUTOR
estudió
abogacía en la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Es
periodista versado en ciencia y fue coordinador documental
de la revista Cuarta Dimensión, jefe de redacción de
otras publicaciones especializadas y actualmente es el
editor de antiguosastronautas.com. Desde 1980 ha
publicado gran número de artículos referidos a la hipótesis
de las paleovisitas extraterrestres.
© César Reyes de Roa – Todos los derechos reservados.
|