El doctor Klaus
Keplinger se hallaba leyendo Los dueños del Mundo,
del escritor francés Robert Charroux, cuando un dibujo de un
antiguo manuscrito maya cautivó su atención. A primera
vista, la susodicha imagen, correspondiente al Códex
Troano, no parecía otra cosa que la de un obrero o quizá
un sacerdote ejerciendo su oficio de cara a un raro
objeto de forma cuadrada, que mostraba al observador dos
gruesas rayas diagonales que semejaban una letra “equis”.
Pero Charroux sugería que ese extraño objeto cuadrado bien
podría ser un motor de algún tipo; de modo que, llevado por
la curiosidad, Keplinger decidió estudiar el asunto.
Por ese entonces, el
físico atómico Friedrich Egger, investigador en el Instituto
de Física de Innsbruck, se desempeñaba como consejero del
programa ATARPA (un grupo científico interdisciplinario cuyo
objetivo consistía en relacionar entre sí diversas ramas del
conocimiento), y su primera reacción no fue de manera
alguna alentadora para Keplinger que había ido a verle para
pedirle una opinión, llevando consigo un diagrama del
cuadrado cruzado con sus dos diagonales y ya firmemente
persuadido de que, en efecto, se trataba de un motor. De
hecho, para Egger, según le dijo a su interlocutor sin
rodeos, el dibujo se parecía más bien a un sobre de
correspondencia, y en todo caso, a su modo de ver, si
alguien pretendía que eso fuese un motor no se había ocupado
debidamente de que el mismo funcionara nunca…
Pero
tres meses después de ese encuentro, el doctor Keplinger
visitó de nuevo a Egger, esta vez llevando una copia del
dibujo original del Manuscrito Troano. Y Egger, al
momento, comenzó a mirar el asunto con otros ojos: quizá
el objeto cuadrado podría interpretarse, en efecto, como
representando simbólicamente una especie de aparato que
transformaba cierta energía en energía mecánica… ¿Era eso
posible?
Haciendo lugar al
“beneficio de la duda” y poniendo en consecuencia manos a la
obra para intentar desarrollar en el mundo fáctico la
provocativa idea que le había traído Keplinger, Friedrich
Egger hizo sesudos cálculos y diagramas. Hasta que,
finalmente, construyó un prototipo y luego, en 1973,
depositó en Viena una patente de invención (obteniendo
después la difícil patente norteamericana) de un motor
inspirado en una milenaria imagen de la civilización Maya.
¡Nada menos!
A partir de entonces,
Egger publicó varios trabajos sobre este particular
mecanismo, explicando, entre otras cosas, que:
“Se trata de un motor
que posee numerosas ventajas, especialmente un muy débil
ángulo muerto y, en consecuencia, una rotación lo más
continua posible.
Naturalmente, el
conjunto del motor es más difícil de comprender porque es
más complejo. Comporta dos cilindros que funcionan en push-pull.
El primero da un empuje entre 0 y 180 grados de rotación, y
el segundo, de 180 a 360 grados. El estudio de la
distribución y del flujo de los gases en el motor da
diagramas termodinámicos de funcionamiento muy
satisfactorios en comparación con los motores conocidos. El
volumen muerto es muy débil; el par de rotación, muy
elevado. Todo automovilista sabe la importancia del par,
especialmente para el arranque.
El aparato que se
construyó efectivamente medía 40 centímetros de diámetro.
Funcionaba a una presión de 10 atmósferas – 10 de compresión
– y daba una potencia de 68 CV.
El momento de
rotación es de 500 kg/metro. Para dar un ejemplo, es el
momento de rotación del motor de un Mercedes del modelo más
caro.
(…) En conclusión, el
autor considera que representa un paso interesante hacia la
sustitución del motor de gasolina por un motor a vapor (no
contaminante).”
Izquierda:
Diagrama de la patente de invención de F. Egger. Derecha:
prototipo del motor.
El
problema de las “fuentes de inspiración” (y la hipótesis del
antiguo astronauta)
Estrechamente
relacionado con el caso del ingeniero aeronáutico Josef F.
Blumrich y su patente de invención de una rueda
omnidireccional tomada del relato bíblico del profeta
Ezequiel (ver
Ezequiel revisitado: Rueda multidireccional),
lo acontecido con otro científico de meritoria trayectoria,
un físico como Friedrich Egger en esta ocasión, pone de
manifiesto una vez más el considerable interés que trae
aparejado el problema de analizar el concepto de las
“fuentes de inspiración”, muy especialmente cuando esto
parece ir a pie juntillas con la hipótesis del antiguo
astronauta.
Como todos sabemos,
el pueblo maya no había alcanzado el estadio de una
civilización de los metales, y por consiguiente mal podría
haber construido jamás ningún motor…ni siquiera habiéndolo
visto trabajar en alguna oportunidad. Pero tal vez, si acaso
algunos de ellos fueron testigos de la existencia de “una
cosa prodigiosa en manos de los dioses”, bien pudieron
haberla asimilado como una suerte de “objeto ritual” a la
manera de lo que ocurre con los “culto-cargo”
contemporáneos, es decir: copiándola simplemente, incluso
sin tener necesidad de entender sus características
técnicas ni sus funciones específicas…
“Curioso”, es una
palabra que encaja realmente muy bien aquí. Porque ante
estas cosas uno no puede menos que sorprenderse… Y, como
bien dijo oportunamente Egger, luego de haber patentado su
“motor maya”: “Y no puede uno por menos de preguntarse de
dónde pudieron conseguir los mayas conocimientos mecánicos
tan avanzados, aun cuando se sepa que poseían una matemática
y una astronomía muy desarrolladas. La explicación podría
ser la de que pasaran por allí y les aportaran sus
conocimientos visitantes altamente civilizados, tal vez
extraterrestres, antiguos astronautas. No es menos
sorprendente el hecho de un grupo de investigación pura
(Egger se refiere a ATARPA) se haya interesado por esta
realización insólita.”
Así las cosas,
permítame una vez más, estimado lector, repetir la palabra
que mejor cabe en este contexto: “curioso”…”muy curioso”…
EL AUTOR
estudió
abogacía en la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Es
periodista versado en ciencia y fue coordinador documental
de la revista Cuarta Dimensión, jefe de redacción de
otras publicaciones especializadas y actualmente es el
editor de antiguosastronautas.com. Desde 1980 ha
publicado gran número de artículos referidos a la hipótesis
de las paleovisitas extraterrestres.
© César Reyes de Roa, 2007 – Todos los derechos reservados.
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