Publicación exclusiva sobre la hipótesis de las paleovisitas extraterrestres
CONTCTO
 

¿FUE VENUS UN PLANETA HABITABLE?

   

 

Los códices mayas permitirían suponer que alguna vez la atmósfera de Venus fue semejante a la de la Tierra.

 

CÉSAR REYES DE ROA

CÉSAR REYES DE ROA

Argentina

cesarreyes@antiguosastronautas.com

 

 

A lo largo de la historia, el planeta Venus ha ocupado un lugar destacado en lo que respecta a la relación simbólica con los dioses.

Ciertamente, sería por demás extensa la lista de ejemplos que podríamos acompañar; que irían desde la inclusión de Venus en los grabados de los antiguos sellos sumerios hasta el inquietante y significativo final de la historia de Quetzalcóatl. O bien quizá podríamos citar textualmente la traducción del biólogo español Beltrán García referida a pretendidos documentos secretos del gran historiador de la Conquista, el inca Garcilaso de la Vega. Y vale aquí hacer un paréntesis ya que este último texto aludido, basado en los escritos pictográficos de la Puerta del Sol de Tiahuanaco, que nos informa acerca de la leyenda de Orejona, ha despertado no pocas dudas en cuanto a la veracidad de su existencia, siendo defendida casi exclusivamente por el desaparecido Robert Charroux, que dicho sea de paso era amigo del mencionado Beltrán García.

OREJONAComo sea, la leyenda de esta extraña mujer llamada Orejona, cuestionada o no, ha pasado a formar parte de aquellos puntos de estudio de la Astroarqueología. Así pues, nos permitimos ahora citar textualmente parte de la conocida traducción popularizada por Charroux: “En la Era Terciaria (hace unos cinco millones de años), cuando ningún ser humano existía aún en nuestro planeta, poblado sólo por animales fantásticos, una aeronave, brillante como el oro, vino a posarse en la Isla del Sol del Lago Titikaka. De esta astronave descendió una mujer semejante a las actuales en todo el cuerpo, desde los pies hasta los senos; pero tenía la cabeza en forma de cono, grandes orejas y manos palmeadas de cuatro dedos. Su nombre era Orejona y procedía del planeta Venus, donde la atmósfera es poco más o menos análoga a la Tierra....”

 Como quiera que todo el texto en conjunto no deja de tener expresiones demasiado técnicas que difícilmente hubiera utilizado un hombre de la época de Garcilaso de la Vega, el punto sobre el que queremos llamar a la reflexión es aquel referido a la existencia en Venus de una atmósfera análoga a la de nuestro mundo.

Cierto es que, a simple vista, este punto sería el primero en ser objetado amparándonos en la información suministrada por los vehículos soviéticos de la serie Venera que describen a Venus como un verdadero infierno con una atmósfera compuesta en un 96% de dióxido de carbono, con nubes formadas en su mayor parte por una solución concentrada de ácido sulfúrico, una temperatura de unos 480 grados centígrados y vientos de unos 360 kilómetros por hora; en suma un sitio que dista en mucho de ser un confortable hogar para los “dioses”. Un lugar que hace inconcebible la idea de vida y mucho menos para buscar cualquier analogía con la atmósfera de la Tierra.

 No obstante, si enfocamos la cuestión con una visión retrospectiva, hallaremos cierta evidencia que puede llevarnos a considerar, dentro del terreno de lo posible, que Venus haya experimentado en el pasado remoto un cambio radical de su atmósfera.

 Los registros de los mayas

 Reconocido por los historiadores de la astronomía, el pueblo Maya ha sido quizá el más minucioso testigo, hablando en términos de cálculo y registro astronómicos. Sin embargo, tales exactos cronometristas como eran, habrían incurrido inexplicablemente en un notable error de registro, asentado en los códices de Dresde y Borgia, sobre el período de invisibilidad de Venus al pasar por detrás del Sol en la Conjunción Superior.

 Como sabemos, el total del Período Sinódico de Venus es de 584 días y es igual a la resultante de la suma del período de 263 días en el que aparece antes de la salida del Sol, como “estrella matutina” más el intervalo de invisibilidad en la Conjunción Superior que dura 50 días, más el período en el que nuevamente aparece, durante 263 días, como “estrella del atardecer”, más el intervalo de invisibilidad de 8 días en la Conjunción Inferior.

 Ahora bien, dichos cálculos corresponden enteramente a las últimas observaciones  registradas por nuestros modernos astrónomos y si bien no podemos hablar de una total exactitud con los documentos mayas las diferencias no pueden tildarse de significativas.

 En cambio, al tratar específicamente el periodo de invisibilidad de Venus en la Conjunción Superior la cuestión varía ostensiblemente.

 En efecto, mientras que hoy dicho periodo se estima, como vimos, en 50 días, en los códices de Dresde y Borgia abarca 90 días y 77 días, respectivamente.

CÓDICE BORGIA

 Así las cosas, y contrariamente a toda opinión que intente relacionar los largos períodos de invisibilidad de Venus calculados por los Mayas con algún tipo de ritual religioso como pretende Anthony F. Aveni (Skywatchers of Ancient México, University of Texas Press, 1980) el Dr. Stuart W. Greenwood, Ingeniero aerospacial y ex Jefe de Operaciones del Departamento de Investigación de la Universidad de Maryland, ofrece una explicación alternativa basada en los sistemas de medidas modernos de poder reflexivo de Venus, la cual dio a conocer en un artículo titulado “Atmospheric Changes on Venus?” aparecido en el Nro. 4, vol. 12 de Ancient Skies, la publicación oficial de Ancient Astronaut Society de USA (hoy AAS RA)

 Una interesante hipótesis

 Como introducción cabe decir que los planetas cercanos, como Venus, son visibles a simple vista desde nuestro mundo debido a que la luz solar se refleja en su superficie. El fuerte brillo de Venus, asimismo, es causado más que por su cercanía, por estar enteramente cubierto por una nube que contiene atmósfera y es altamente reflexiva.

 Ese poder reflexivo (para la reflexión de la luz solar) es de un valor igual a 1,82 veces que el de la Tierra, es decir que Venus actualmente refleja la luz solar con una capacidad de casi el doble que la Tierra. Partiendo entonces de tal consideración física, el Dr. Greenwood dice:

 Si Venus tenía una atmósfera parecida a la de la Tierra en épocas tempranas debe haber reflejado menos luz que hoy día y, en consecuencia,  los períodos de invisibilidad en contra del fulgor del Sol deben haber sido más largos de lo que son hoy. Nosotros aquí sugerimos que los códices mayas preservaron en sus registros los períodos de invisibilidad de un Venus que alguna vez poseía una atmósfera parecida a la de la Tierra y que desde entonces se fue deteriorando hasta su estado actual”.

 Sin duda, esta hipótesis merece, por lo que implica, una seria consideración y un tratamiento analítico que mal puede ser rechazado “a priori”. No olvidemos las palabras de Henry David Thoreau: “El hombre con una idea nueva es un chiflado.... hasta que la idea tiene éxito”.   

 

 

EL AUTOR estudió abogacía en la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Es periodista versado en ciencia y fue coordinador documental de la revista Cuarta Dimensión, jefe de redacción de otras publicaciones especializadas y actualmente es el editor de antiguosastronautas.com. Desde 1980 ha publicado gran número de artículos referidos a la hipótesis de las paleovisitas extraterrestres.

 

© César Reyes de Roa, 1985/2007 – Derechos reservados.