Las religiones teístas organizadas han ejercido un firme
dominio sobre la emoción y la mente del hombre desde que él
le temía a la oscuridad y desde que hubieron sumos
sacerdotes ávidos de actuar como representantes de Dios,
ofreciendo la verdad y la esperanza al crédulo. No hay
ninguna ley suprema, comprobable y sustentable por datos,
que requiera la existencia de un dios, un cielo, un
infierno, un purgatorio, un más allá, el pecado, el mal, y
todo lo otro que acompaña a las religiones teístas en este
mundo. Éste es el caso aunque las religiones hayan sido
traídas a la Tierra por nuestros
todavía-por-ser-descubiertos antiguos astronautas.
En un intento de extrapolar qué cambios tendrán lugar en
nuestras religiones, debemos suponer que una inteligencia
extraterrestre ha visitado (o está visitando) la Tierra.
Debemos suponer, también, como von Däniken ha sugerido, que
no es meramente por la religión por lo que nosotros podemos
estar en deuda con ellos. Ellos no sólo deben de haber
plantado las semillas de su cultura, su estructura social,
y varios otros conceptos, sino también nuestras muchas
características fisiológicas. No tenemos ninguna razón para
suponer, sin embargo, que las inteligencias extraterrestres
no poseerían debilidades tales como la sed por el poder y la
codicia que se encuentra en el hombre. Ciertamente, una
interpretación literal de los grandes libros religiosos del
hombre parece confirmar esto. Puede ser que nosotros hayamos
adquirido algunos de estos mismos rasgos de ellos. Por
consiguiente, debemos intentar en nuestra investigación no
sólo determinar si hay alguna clase de evidencia que nos
brinde conocimiento sobre su ambiente socio-cultural y
características físicas.
No nos atrevemos a ignorar los logros exploratorios de von
Däniken y otros como él. Ni debemos ignorar las
inclinaciones socio-antropológicas de los pueblos primitivos
y científicamente ignorantes que sienten un temor
reverencial hacia lo que no entienden – el miedo es la razón
por la cual el culto instantáneo evoluciona. Tal es el caso
del culto a John Frum de los nativos de la Isla de Tanna en
Nueva Guinea conforme fue informado en mayo de 1974 por la
National Geographic Magazine. El nivel al que tal
culto instantáneo se desarrolla parecería ser proporcional
al grado de entendimiento y sobrecogimiento. El origen de
tal culto confiere, por cierto, un considerable crédito a la
tesis de von Däniken con respecto al origen de nuestras
religiones terrestres.
Mucho se ha dicho sobre los avances y sofisticaciones de las
religiones contemporáneas. Sin embargo, si hablamos del
hombre corriente, encontramos que éste tiene poco
conocimiento de estos adelantos en los conceptos culturales
y socio-religiosos. Él todavía conserva las fantasías
antropomórficas que hemos heredado de antaño.
Está claro que hay una disminución en la intensidad de la
creencia. Pero, el antropomorfismo persiste tenazmente en
las mentes de más de la mitad de la población del mundo.
Nuestra literatura está repleta de referencias subliminales
que confunden los hechos con la imaginación. Y hace ya largo
tiempo que Epicúreo, un filósofo griego nacido en la isla de
Samos en el siglo cuarto a.C., sostuvo que lo acertado de
creer en una deidad antropomórfica era irremediablemente
puesto en duda cuando se cuestionaba la buena disposición o
habilidad de Dios para prevenir el mal.
¿Está dispuesta la deidad a prevenir el mal pero no es
capaz?
Entonces, es impotente.
¿Es capaz, pero no está dispuesta?
Entonces, es malévola.
¿Es capaz y bien dispuesta?
¿Entonces, de dónde viene el mal?
¿No es capaz ni está dispuesta?
¿Entonces por qué se le llama deidad?
Pero Epicúreo fue igualmente ignorado por las masas. Se
usaron argumentos teológicos de todo tipo de simplicidad y
complejidad para socavar su famoso argumento. Por lo
general, las respuestas de los teólogos fueron desde
“Dios quiso crearnos libres” hasta “no hay que
cuestionar su sabiduría”.
Por no decir más, un dios que nos creara capaces de
interrogar su sabiduría y nos negara el recurso de ponerle
remedio a los males que su omnipotencia ha hecho posible
sería un dios que debería verse como un paradigma de sadismo
o, para ser más generosos, como un bromista práctico.
Allí donde los filósofos han sido lentos para desengañarnos
de tales conceptos imaginativos, quizás von Däniken y otros
tendrán éxito más rápidamente a través de enfoques
pragmáticos, empíricos y científicos. Cuando se descubra que
el concepto de astronautas antiguos no es una moda pasajera
y no desaparecerá, la oposición aparecerá inequívocamente.
Si deseamos conocer a esos opositores, debemos recordar
primero sus antiquísimas estrategias y modus operandi.
Simplemente digamos que la técnica será de infiltración,
como en la política, y absorción, como con la teoría de la
evolución y la inculcación de la dependencia. Con respeto a
esto, pocos hombres se elevan por encima de su sensación de
indefensión si han sido condicionados a ello desde temprano
en la vida.
Esta sensación de indefensión es mitigada por la fe ciega en
una fuente sobrenatural de benevolencia. Tal consuelo es
fomentado y perpetuado por nuestra sociedad religiosamente
orientada. Por un lado se articula la independencia y
confianza en sí mismo, mientras por el otro se adoctrina
sobre la dependencia hacia la ayuda trascendental. Es más,
garantizándole al hombre su tan anhelada inmortalidad, se
hace fácil captar su mente. Ya que sus creencias afectan sus
acciones, hay una necesidad de reemplazar la fe ciega en la
autoridad con creencias garantizadas.
El concepto de un dios antropomórfico hace tiempo que es
obsoleto. La evolución de los conceptos del hombre acerca de
Dios ha cubierto toda la gama desde lo ridículo a lo
sublime; desde ranas tuertas hasta un dios trascendental
comprometido pero no afectado por las leyes del Universo.
La religión está pagando el precio porque su dios, con todos
sus atributos antropomórficos nunca ha estado a la altura ni
ha podido satisfacer las demandas de su creador - el hombre,
aunque “Dios” sea un antiguo astronauta. Cuando el hombre
finalmente decida despojar a su dios de vestiduras
antropomórficas o acabar con él completamente, entonces la
religión se convertirá en una institución viable capaz de
cumplir con las necesidades espirituales y emocionales de
los seres humanos.
Pero no debemos subestimar los recursos de nuestros
teólogos. Ellos lo han hecho bien por más de 2.000 años,
ayudados, claro, por nuestra, como William James podría
ponerlo, “Voluntad de Creer” Y sus instituciones están
preñadas de adeptos expertos en dar interpretaciones
religiosas de eventos naturales. Ningún esfuerzo humano
desde la educación hasta la filosofía, la ciencia, el
gobierno, ha podido todavía resistir la fuerza de sus
métodos, riqueza e influencia. Nosotros seríamos ingenuos al
suponer que a la tesis de los Antiguos Astronautas como
fuente de nuestras religiones le irá algo mejor si no
ocupamos las torres de vigilancia.
Nuestros teólogos han
desarrollado un atraso de lo que deben ser ahora los
síndromes arraigados fisiológicamente - bancos de datos
moleculares cerebrales. Habiendo implantado sus dogmas en
sutiles y muy elaborados procesos de condicionamiento, por
más de 2.000 años, ellos entonces siguen adelante a la
manera kantiana, jungiana, o chomskiana para insistir con
que tales ideas son innatas. Habiendo hecho esta afirmación,
ellos nos llaman a aceptar la validez de Dios ahora.
“Quiénes,” preguntan ellos, al estilo anselmiano,
“somos nosotros para
explicar la presencia de estos intuitivos conceptos de
Dios?”
No es probable, dadas las deficiencias educativas de
nuestros sistemas de instrucción que se niegan a examinar
nuestros abusos del idioma, que los seres humanos, con sus
temores infantiles profundamente arraigados y su capacidad
racional subdesarrollada, puedan ser alguna vez capaces de
desentrañar las contradicciones religiosas que impregnan su
visión del mundo. Fomentado además por el establishment
religioso, e ignorando la advertencia de von Däniken de
dudar de las interpretaciones medievales de la Biblia, el
Mahabbarata, el Corán, y otras obras por el estilo, ellos
lucharán para resistir la avalancha de evidencia convincente
en contra.
Los instrumentos a través de los que el teísmo ha sostenido
y extendido sus poderes incluyen cada apelación emocional
desde el miedo al arte hasta las largas túnicas coloridas y
particularmente el poder y el apoyo moral que vienen de la
camaradería nacida de y llevada por la creencia común. Sin
tales apelaciones estéticas o poéticas y relaciones sociales
hay razón para dudar de la habilidad del teísmo para
sobrevivir. La religión teísta apela a lo irracional. Su
instrumento principal es el adoctrinamiento; es decir, el
condicionamiento de las mentes jóvenes. Los padres y la
sociedad son trabajadores bien dispuestos. Nosotros estamos
persuadimos para aceptar términos insustanciales y conceptos
vacíos como alusión a la realidad. La más persuasiva
recompensa, sin tener en cuenta las crueldades, el
sufrimiento, el retraso del pensamiento racional, es el
garantizado ascenso a la vida eterna en el cielo de Dios por
el simple precio de la verdadera, y sin embargo ciega,
creencia.
Los hombres con el poder, la riqueza, y los medios para
diseminar las llamadas “verdades” de las figuras míticas y
legendarias han tenido éxito haciendo sus ideas atractivas.
Tales hombres estimulan los profundos deseos psicológicos de
una panacea eterna y son especialistas en manipular las
mentes, las emociones y las aspiraciones espirituales y
transcendentales del hombre.
Pocos de nosotros hemos aprendido a vivir con la
incertidumbre. Esto inhibe la acción positiva, destruye
nuestra voluntad para lograr nada en absoluto - enfrentados,
como estamos, con lo transitorio de la vida. La religión
teísta, sin embargo, nos enseña lo contrario - que esta vida
es sólo la preparación para otra eterna.
Esto constituye la técnica sutil de la modificación de la
conducta y los cambios de nuestro curso natural de
pensamiento y acción, de ahí el celo misionero que ha
tenido tanto éxito en el moldeado de las mentes indefensas.
De esta manera, los hombres irracionales ofrecen
explicaciones sobrenaturales de eventos que ellos mismos no
pueden comprender. Debido a nuestra bien condicionada
necesidad de creer, y debido a nuestra ignorancia sobre las
complejidades de lo que constituye el idioma, la verdad y el
conocimiento, el mal uso del idioma por estos hombres
irracionales nos da las ilusiones de entendimiento y verdad.
Tales ilusiones mantienen los hechos de nuestras mentes
incluso ante la convincente evidencia en contrario. Estas
tendencias humanas hacia las ilusiones de comprensión son
las fuerzas con las que nuestra evidencia debe competir aun
si finalmente nos ganamos la total confianza de la comunidad
científica.
Bertrand Russell dijo una vez
de todas las autoridades religiosas:
“Esos expertos adquieren el
poder infaliblemente, ya que tienen la solución para la
verdad. Como cualquier otra casta privilegiada, ellos usan
su poder para reforzar sus intereses establecidos.”
Pronto los religiosos invadirán el campo de los Antiguos
Astronautas tratando de demostrar que ellos, también, tenían
una religión. Considerado la dominante influencia organizada
que la religión ha ejercido en la mente de hombre, es tiempo
de demostrar que las verdades sobrenaturales no son en
absoluto verdades y que nosotros debemos empezar a buscar
qué tiene para ofrecer la vida en la Tierra.
La palabra latina “religio”, originalmente significaba
“ligar”, “estar ligados juntos”. Es quizás por esta razón
que no sólo a las instituciones socialmente reconocidas como
el Cristianismo, Judaísmo, Hinduismo, y Budismo se las ha
llamado religión sino también a los grupos sociales,
culturales y seculares; a saber, el ateísmo, la ciencia, la
ética, el comunismo, etc.
En cada uno de estos casos, la religión tan definida,
inculca valores personales y sociales. En algunos casos,
estos valores son considerados transcendentales y en otros
pragmáticos y sociales. Muchas personas consideran que las
fuentes transcendentales de valores son producto de la
superstición, el mito, y la ignorancia. Ellos son el
resultado de los modos pre-científicos de pensamiento que se
originan en el miedo a la oscuridad, lo desconocido y lo
inexplicable. Pero porque fueron introducidos en un aura de
autoridad religiosa, se aceptan como valores que emanan de
Dios.
Estos valores, así como las llamadas verdades religiosas,
nacieron de la ignorancia pre-científica. Cargados con la
asociación religiosa, ellos no habrían tenido manera de
florecer en un ambiente racional, la condición necesaria
para una estructura social sin prejuicios y racional. Un
ambiente tal, de haber existido, podría haber cultivado la
aceptación de valores éticos sin las confusas
contradicciones de lo sobrenatural. Tales fantasías
religiosas de los éxitos de nuestra actual cultura
científica y los desencantos con la religión debido a su
fracaso traen un efecto en paralelo sobre los valores.
Es quizás por esta razón que la religión ha ido lentamente
en declive y a la defensiva durante muchos años. En una
época, sólo el dos por ciento de la población mundial no
creía en un dios. Hoy, por lo menos el 20 por ciento no lo
hace. Este descenso y la defensiva han sido provocados, en
parte y quizás particularmente, por el adelanto exponencial
de los datos científicos y, por otra parte, comprobables.
La contribución de The Ancient Astronaut Society,
también, ya no podrá ser ignorada. Sino, asociada con la
evidencia de este declive y con el reconocimiento de que la
religión teísta no ha purificado el mundo y es culpable de
gran parte de su sufrimiento.
Sin embargo, no es la destrucción de la religión lo que se
busca. Más bien lo que se pretende es su humanización y
revitalización. Debe volverse una fuente de amor, dignidad y
moralidad de hecho, en lugar de meramente en principio. Debe
dejar de ser una obligación para las mentes cerradas en vías
de desarrollo, e incapacitadas para reconocer los
subterfugios, una aceptación no razonada que se hace del
agente catalizador del prejuicio y el fanatismo. También,
debe volverse una fuerza unificadora que borrará del mundo
el mal, el sufrimiento, el miedo, y las divisiones que ha
fomentado.
De ninguna manera puede acusarse válidamente al incrédulo de
estos males.
Por un lado, se afirmará que los seres extraterrestres,
también, creen en Dios. Por consiguiente, podemos esperar un
intenso crecimiento y resurgimiento, primero, en la
investigación religiosa para interpretar los hechos en
consecuencia, y luego en una formidable invectiva de
propaganda del teísmo, y finalmente en un inmenso
crecimiento de la población religiosa. Por otro lado, si los
seres extraterrestres tienen religiones radicalmente
diferentes de las nuestras, nuestras religiones
institucionales sufrirán mucho y decrecerán enormemente.
Nosotros ya estamos sobrecargados con las diversidades de
religiones que se ponen a mano al decir “siempre hay lugar
para uno más,” y esto podría muy bien ser “el colmo”
particularmente si la inteligencia visitante es por lejos
superior a nosotros.
Pero el problema aquí no son los astronautas
extraterrestres, sino, por supuesto, los astronautas
antiguos. Hay dos factores determinantes que influyen en
nuestras creencias. El primero es la distancia de la que
ellos vinieron. Ciertamente, nosotros ya no creeremos más
que somos los elegidos de Dios o bien que somos los únicos
árbitros e imagen de Su naturaleza y existencia. Pero
nuestros teólogos son dogmáticos expertos y pueden crear
frases tales como “la fe es la más alta forma de la razón”,
haciéndolo parecer creíble para aquellos no iniciados en lo
intangible y complejo del lenguaje. Lo segundo es la
apariencia de nuestros astronautas antiguos. Si ellos son
radicalmente diferentes en cualquier forma, inteligencia,
moralidad, etc., éstos no constituirán un impedimento para
las mentes religiosas fecundas.
Nosotros nos justificaríamos, no obstante, creyendo que una
inteligencia más adelantada y científicamente desarrollada
sería menos propensa a aceptar las contradicciones y
ambigüedades de la religión teísta.
Además, nuestros astronautas antiguos no pueden ser
representativos de las creencias sostenidas por la sociedad
de la que ellos vinieron. Esto, claro, sería de ninguna
importancia para nuestros teólogos. Las autoridades
religiosas están en una posición superior para diseminar sus
interpretaciones de astronautas antiguos a la sociedad
religiosamente orientada que espera la palabra de los
púlpitos y las prensas religiosas del mundo. Pero una fuerza
compensatoria estaría en el trabajo. Los medios de
comunicación también estarían diseminando la información -
algún objetivo, algo basado en conjeturas. Por consiguiente,
el conflicto que hubo inflamado la relación entre la ciencia
y la religión en las pasadas décadas se volverá a reavivar
con mayor fuerza. Pero concomitantemente, las esporas del
polvo darán nacimiento a la nueva descendencia de un
carácter completamente diferente.
La historia registra que la religión se está ajustando a los
nuevos hechos incontrovertibles y a las fuerzas sociales. La
religión mantiene su equilibrio reinterpretando esos hechos
en su propio mejor entender. Por ejemplo, el advenimiento de
Darwin llevó a algunos a la aceptación de la evolución como
“la manera de Dios”. Tales tergiversaciones se resuelven (o
surgen, si usted prefiere) en la postura de un
funcionamiento más secularizado con la religión que ahora se
ocupa más de materias mundanas y pragmáticas como el
aborto, la población, el bienestar, la riqueza material, la
política, etc., que a la preparación para la otra vida. Esto
no quiere decir que no se recurra todavía a la apelación al
temor del castigo eterno. Pero esto está menguando bastante,
como las expresiones religiosas clásicas de fuego y azufre.
Incluso nuestros sermones de TV al final de cada día giran
principalmente hacia el entendimiento de las relaciones
humanas dando labio al servicio de las viejas expresiones
religiosas y metafísicas. Esto último está normalmente
reservado para las reuniones de renovación y las
espectaculares reuniones de la TV con los adoctrinados en
escuchar frases emocionales y “probadas y verdaderas”
expresiones bíblicas cuidadosamente escogidas para describir
a Dios como eternamente benevolente.
La prueba positiva de que los Antiguos Astronautas visitaron
la Tierra probablemente disminuirá seriamente la necesidad
de rendir culto. Ésta es la grieta en la pared que no puede
repararse. La religión sin el culto no es la religión teísta
de la Biblia. Si la religión pierde su poder para instilar
el temor y rendirse culto, se condena. Ya, la tierra es
fecunda. Hay poca duda de que el éxito de los hallazgos de
von Däniken sea debido a su experta investigación, su
distribución literaria, y a los efectos de la ciencia en el
mundo. Se debe, también, a un desencanto general con lo
sobrenatural. El mundo parece estar ejerciendo una opción
entre dos imponderables y parece estar optando por lo que es
posible de acuerdo a los principios científicos. A través de
la ciencia, nos hemos preparado para cuestionar, examinar, y
para analizar. Hemos visto a las autoridades religiosas
discrepar públicamente sobre materias religiosas.
Cualesquiera sean los otros efectos que han tenido lugar a
continuación del tal despliegue público de caballerosa
discordancia religiosa, la pérdida del culto ha sido el
precio que ellos han tenido que pagar. Es la pérdida del
culto lo que permite a las nuevas ideas abrirse camino.
La idea de la inteligencia extraterrestre es simplemente una
idea cuyo momento ha llegado.
Da testimonio de ello el subtítulo de un artículo del número
de Scientific American de mayo de 1975: “Puede
haber poca duda de que existan civilizaciones más
adelantadas que la de la Tierra en otra parte en el
Universo. Las probabilidades de localizar uno de ellas
requiere un esfuerzo sustancial.” Esta es una idea
significativa de que los conceptos religiosos
transcendentales serán forzados a darle camino a las
religiones seculares.
Se romperá el dique de los conceptos religiosos
transcendentales que han mantenido en jaque la amplia
divulgación de valores religiosos seculares a los que rara
vez se les ha reconocido su mérito - es decir, expresiones
culturales, éticas y sociales del espíritu del hombre,
altruismo, bondad, dignidad, potencial de grandeza, etc.
Si los extraterrestres fueran a traer sus propias religiones
con ellos, habría tres fuerzas trabajando aquí en la Tierra:
1) una consolidación del valor y declarada validez de la
religión; es decir, se buscarían elementos en común con
aquellos de las religiones de la Tierra; 2) seguiría un
fomentado debilitamiento de las religiones de la Tierra; 3)
y una absorción de los valores religiosos de los antiguos
astronautas en nuestras religiones sería inevitable.
Si se corroborara que antiguos astronautas vinieron a la
Tierra y que ellos son nuestros dioses, la religión en la
Tierra sufriría enormemente. Los valores de aquellos
condicionados a la necesidad de un Dios se deteriorarían. El
desorden social estaría en alza, porque no se ha inventado
todavía ningún proceso educativo para llenar el vacío
religioso al que se llegaría entonces.
¿Cuáles serían las ramificaciones psicológicas de las
personas que comprobaran que Dios nunca existió? Los
antecedentes psico-históricos están demasiado arraigados
fisiológicamente para disipar los impulsos religiosos. La
razón chocará con las necesidades emocionales y
conceptuales. Pero sólo una disminución o cesación de la
propaganda religiosa permitirá a la nueva información tomar
asidero. Por consiguiente, las instituciones religiosas,
para retener sus dominios de poder e influencia, se opondrán
a los datos científicos con una invectiva de propaganda
religiosa, aprovechando cada verdad a medias como el núcleo
para otro dogma.
El hombre ha demostrado su temple en la historia del mundo y
superará el seguro conocimiento de que sus dioses fueron
sólo seres extraterrestres, limitados. Él empezará a mirarse
a sí mismo para confiar en sus propios recursos internos. Al
conseguir comprender bien tales recursos, desarrollará
confianza en sí mismo y un sentido de su propio valor y
habilidad independiente para obtener logros sin recurrir a
poderes místicos, milagrosos, o ilusorios. Ya no más
sometido a la ilusión de la comprensión religiosa y a los
consoladores impulsos subconscientes para el cumplimiento de
los deseos, él puede ceder por fin ante las ganas de hacer
realidad su auto-crecimiento. Él entenderá entonces de
verdad el significado de, “Dios ayuda a aquellos que se
ayudan a sí mismos”. En este caso lo contrario sigue
necesariamente que aquellos que no se ayudan, aunque puedan
recibir la ayuda de otros seres humanos, muy probablemente
no recibirá ayuda de un Antiguo Astronauta - no pronto por
lo menos.
El hombre crecerá hasta su completa estatura una vez
liberado de la fuerza hipnótica del hipostático socorro
teísta, es decir, aquellos que hayan sido voluntariamente
liberados. El conocimiento contemporáneo (científico o de
otro tipo), hasta este momento circunvalado por el amor de
Dios y la religión, sería ahora su único recurso para llenar
el vacío dejado por el reconocimiento de la verdad sobre su
Dios. Esto, en contraste con las promesas de la religión,
puede cumplirse.
Las semillas del sólido razonamiento y los convincentes
argumentos contra la existencia de un Dios antropomórfico
han sido bien plantadas en la tierra fecunda de la vida
contemporánea. Es sólo la constante cultivación de las
malezas conceptuales del teísmo lo que impide su
crecimiento. Arranque las malas hierbas y las semillas de la
razón y el conocimiento científico florecerán. El hombre se
convertirá finalmente en su propio dueño, con una
comprensión de su espíritu, potencial y dignidad.
EL AUTOR
es doctor en filosofía egresado de la Columbia University (EUA).
Es fundador y presidente de The National Council for
Critical Analysis, y editor de The Journal of Critical
Analysis y The Journal of Pre-College Philosophy.
Ha publicado gran número de libros y artículos, algunos de
ellos relacionados con la hipótesis del antiguo astronauta.
© Pasqual S. Schievella – Derechos reservados.
Traducido y publicado con autorización expresa del autor.
Prohibida su reproducción sin permiso del autor.
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